jueves, 20 de febrero de 2014

¿Lo viste?

Febrero es el mes más corto del año, y por consecuente, el que pasa más rápido. Hoy aquí me gustaría desafiar al mismísimo Einstein, el cual argumentó que a mayor velocidad, más lento pasa el tiempo. En mi experiencia, el tiempo pasa tan o incluso más rápido a mayor velocidad que exprimo mis días aquí. Sonará estúpido, todo el mundo sabe que el que se lo pasa bien el tiempo se le escapa, pero hoy, a buenas horas, me he dado cuenta de tal cosa. Todo comenzó esta mañana misma, cuando me levanté, un día más, y me dispuse a desayunar. Abrí y cerré los ojos, y me vi leyendo un libro. Parpadeé otra vez, y me vi jugando en la nieve, exhausto. Un rato más tarde me vi animando a la selección canadiense de hockey femenino. Y luego abrí los ojos y eran las 5 de la tarde. ¿Qué había hecho con mi día? Nadie lo sabía. Finalmente, decidí irme a tirarme en trineo por la nieve a las 7, y ahí me llegó la idea del tiempo, en forma de olas, que retroceden, avanzan y estallan, sucediéndose una tras otra en un mar de incertidumbre y una belleza fantasmagórica. Mientras me deslizaba a gran velocidad por la cuesta, otra vez desafiando a Einstein, veía una y otra vez los casi 6 meses que llevo aquí, y algún que otro recuerdo suelto que tengo que atar. Y de pronto me vi en el suelo mirando las estrellas, pensando si alguien en España lo estaría iluminando la misma estrella que a mi me daba que pensar. Y sin comerlo ni beberlo, otro momento había pasado, fluyendo, sin posibilidad de recuperarlo y sin embargo cargándolo a cuestas siempre. La fugacidad me aturdió, de tal manera que no regalé palabras hasta volver a casa. Viendo las estrellas me sorprendió una lágrima, que más que por tristeza o felicidad, quizá fuera producto de la grandeza a la que me postraba. En un amago de salir de mi asombro, escribo esto desde mi cama escuchando a Sabina, habiendo sido testigo directo del hecho que todo el mundo parece pasar por alto, de que el tiempo pasa, y no me refiero en grandes cantidades, sino segundo a segundo. Y que segundo a segundo, se aleja de ti todo lo que conoces y que sutilmente se cambia por algo que creías conocer. Un desvarío que salta la comba con mi cordura.

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