domingo, 29 de septiembre de 2013

Noche.

La de ayer fue una noche agridulce. Anoche fui a casa de Paolo, donde iban a ir la mayoría de internacionales a ver películas en la "movie-night" o "noche de películas". Comimos marshmallows y perritos calientes mientras mirábamos al fuego en la hoguera que preparamos para pasar el rato. Todo empezó muy bien, vimos la primera película, Scary Movie 5 (la peor película de la historia) y bueno, había algunos que se quedaron a ver más y otros que nos fuimos al fuego por la noche. Cantamos, reímos, contamos anécdotas y nos lo pasamos bien. Sacamos fotos, jugamos al fútbol, pusimos música y se estaba muy cómodo, incluso propuse un brindis por los internacionales y darles las gracias por haber aparecido en mi vida. El cielo brillaba con la luz de un manto de estrellas que parecían pequeños cristales de Swarovski, y entonces me vine abajo. No sé si ha sido el hecho de que estuviera muy nervioso porque me venía para acá o que la impresión que me llevase fuera tan grande que no reaccioné en su momento. Me acordé de Loli, de lo que había supuesto para mí en mi vida. Loli es una de las personas que más puedo relacionar a mi infancia. Me acordé de las tardes cuando era pequeño e iba al campo con Pablo, de las barbacoas, de las noches de San Juan, de las veces que nos llevaba por ahí a comer al Puerto o a Jerez, de verla regar las plantas mientras jugaba. Entonces me di cuenta de que era algo que no iba a volver a ver. El perder a alguien siempre es duro, y más si ese alguien era una persona tan especial y tan genial que su sola presencia encendía a la gente. Tengo la sensación de que no aproveché el tiempo que tuve para disfrutar más de esa persona. También es verdad que es la madre de mi amigo, y que era demasiado pequeño para apreciar el tiempo, pero aun así. Recordé la última vez que la vi en persona, me dijo que estaba segura de que yo vendría aquí a Canadá. Todo esto, y con su consecuente reflexión sobre el tema, me entristeció hasta el punto que enmudecí. Paolo, al que ya considero mi mejor amigo aquí, me dejó que le contase lo que me pasaba porque se dio cuenta. En un mar de lágrimas se lo dije todo, y bueno, me quedé mucho más tranquilo. Tras darle muchas vueltas, llegué a la conclusión de que tuve la suerte de conocer a una gran persona, y que mientras se tenga en el recuerdo, esa persona vive. Miré al cielo estrellado un rato y cayó una estrella fugaz. Me gusta pensar que fue ella dando un guiño desde el cielo. De vuelta a mis asuntos actuales, creo que me estoy acercando a Oda. Quédate con la persona que sin tocarte te haga sentir 1000 cosas, y el hecho de verla sonreír me hace feliz. Perdí mi gran oportunidad, el viernes, debería haberle dicho algo, pero se ve que estoy muy poco espabilado. Tampoco es que sea eso, es simplemente que no estoy seguro de si le gusto. Es mi mejor amiga aquí, y no quiero que por una tontería estropee mi relación con ella, pero esto es como cuando se juega al póquer, tienes tus cartas, sabes lo que tienes pero no lo que va a pasar, y si no arriesgas no ganas. Puedes tirarte a la plaza y cortar dos orejas, o puede que te pille el toro. Pero como cortes dos orejas, considérate afortunado. Me estoy comiendo la cabeza con este tema, y María, una spanadian, me ha dicho que no piense, que lo que tenga que pasar pasará. Por eso voy a apagar el cerebro, la fuente de todos los dolores de cabeza, y voy a dejar de pensar. Es el problema de tener mi cabeza, que siempre está funcionando, pero bien o para mal. Supongo que tendré que organizar el escritorio de mi mente antes de seguir adelante. Ya os seguiré contando.

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